Vivimos en ciudades desde hace siglos. Nos convocan --no sus
paredes, edificios o monumentos-- sino
la diversidad de personas, su cultura, su historia compartida, el trabajo. Las
sufrimos, es cierto, tenemos con ella
una relación de amor y odio. Nos preocupa la inseguridad, nos molesta el ruido,
la contaminación, padecemos su tráfico, el mal transporte, pero ahí estamos.
¿Y es que acaso no podemos mejorarlas? La historia de las
ciudades, de su auge o caída, es tan antigua como la civilización. Desde Ur, en
Mesopotamia, pasando por Tebas y los burgos medievales, hasta las ciudades
renacentistas o las industriales.
Son, por definición, cambiantes. En México, incluso
explosivas, por su acelerado crecimiento. Eso nos da también la oportunidad de
reimaginarlas, rediseñarlas; de plantearnos el reto de hacerlas más apropiadas
para la escala humana. Disfrutables, hechas para caminar, para apreciar sus
monumentos o paisajes al ritmo que permite ese antiguo modo de transporte que
es utilizar los pies.
Sólo que para ello requerimos andadores, la sombra generosa
de los árboles, tan necesaria en nuestras latitudes tropicales; bancas para
reposar mientras reanudamos la marcha. También y sobre todo, es indispensable
vivienda cercana al trabajo y que los automóviles no saturen nuestras aceras.
Es tiempo de poner manos a la obra y hay ciudades mexicanas
que ya lo están haciendo. En Campeche, Xalapa y La Paz, el Banco Interamericano
de Desarrollo impulsa proyectos para volverlas sustentables.
En Los Mochis y en Guadalajara están a unos días de estrenar
las primeras zonas treinta del país, es decir, cuadrantes dentro de la ciudad
donde no se permite circular a más de 30 kilómetros por hora a los automóviles.
En Torreón, en La Laguna, el alcalde se comprometió con la
filosofía de Visión Cero, esta propuesta nacida en Suecia y que se plantea
modificar el diseño de la ciudad para evitar todas las muertes por choques
vehiculares.
Son unas pocas apenas, pero siembran semillas que recogerán
sus ciudadanos, que servirán de ejemplo para otras. Pronto tendremos esas ciudades que tanto deseamos, cuestión de
insistir, de no flaquear.