Ingeniería vial y movilidad

Durante muchos años maldije y me quejé de los agentes (policías) que en los cruceros se dedicaban a “agilizar” el tránsito mientras decenas de peatones nos agolpábamos en la esquina esperando eternamente a que nos dieran el paso.

Ya no lo hago más. Entendí, por fin, que un policía de crucero sólo cumple órdenes y si le pidieron agilizar la vialidad y por ello entienden priorizar el paso de los automotores, sólo son agentes cumplidos.

No fue sino hasta que se aprobó en la ciudad de México la nueva ley de movilidad, que establece una nueva jerarquía en el uso de las calles y que pone al peatón en primer lugar, que comprendí que a veces tenemos que cambiar las leyes para transformar la realidad.

Ahora muchos policías capitalinos saben que el peatón tiene la prioridad (siempre debió tenerla) y que deben cuidar a los ciclistas en la calle. Así que, de a poco, comienzan a invertir prioridades y ahora, cuando les dicen que tienen que agilizar el paso, lo comienzan a hacer pero con el peatón en mente.

Ese cambio costó mucho tiempo y trabajo. En las últimas décadas, por lo menos desde mediados del siglo pasado hasta la fecha, las ciudades fueron el reino del automóvil. Alcaldes, ingenieros viales, urbanistas, funcionarios municipales, se dedicaron a construir una ciudad para los automóviles. Quitaron camellones, derribaron árboles, abrieron ejes viales, viaductos, recortaron las banquetas, redondearon las esquinas para que los autos pudieran girar a la derecha sin obstáculos geométricos, etc. El resultado: calles donde es complicadísimo caminar, donde el transporte público está relegado, con peligros para andar en bicicleta o a pie.

Sólo que de un tiempo a esta fecha, activistas, arquitectos y urbanistas con una nueva visión, comienzan a construir una ciudad para el siglo xxi, donde las bicicletas, por ejemplo, son una clave para mejorar la movilidad. Claro que también falta mucho transporte público e infinidad de obras a favor de los peatones, pero la semilla está sembrada y a este árbol que crece ya nadie lo tala. Enhorabuena.

(Héctor Zamarrón Enero 14, 2016)



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